martes, 5 de junio de 2012

23

 De:rubencastillo@gmail.com

   Ocho días me tomó conseguir un lugar donde cargar la batería de esta poronga de teléfono. Te cuento brevemente porque ahora estoy alzando los bártulos para seguir viaje:
   Cuando terminé con esos choritos de mierda me tocó lidiar con algo peor. Me habían puesto un fierro en la cabeza y pensé que me había faltado despachar a uno. Cuando me hicieron dar vuelta, vi un pelotudazo con la cara hinchada, quemada, como pintada de blanco pero eran cicatrices. Estaba pelado a medias como si le hubieran comido el pelo, y con la ropa toda rota. Era más fiero que los muertos y los pendejos estos, todos juntos. Y olía peor. Parecía como una masa de pizza cruda pero con barba de una semana. Y se me reía. Daban ganas de cagarlo a trompadas de solo verlo nomás. Me obligó a que lo siga hasta un lugar encanutado entre los árboles en donde la tenía atada y amordazada a la Maika junto con mis cosas. También había una chica atada a un árbol, desnuda, como crucificada. El pelotudo se reía todo el tiempo y no hablaba nada. Me daba algo familiar de no se dónde. Me ató a mí también y prendió un fuego. La chica lloraba sin hacer ruido. Pura lágrima. Se puso a afilar un cuchillo de carnicero y sacó unos ganchos. Empezó a señalarnos a la mina, a la Maika y a mí, como jugando al tatetí para ver a quién elegía. Cuando fue a agarrarla a la Maika, me le tiré encima dándole un cabezazo con toda en la panza. Se quedó sin aire y le reventé los huevos de un patadón. Le pegué tan fuerte que se cayó para atrás, de culo, sobre la fogata. Se le prendió fuego la ropa y salió corriendo por el descampado como una antorcha humana, prendiendo fuego algunos yuyos. De lejos escuché: "¡Vas a cagar fuego... Rubén!" Me desaté con uno de los cuchillos y después las solté a la Maika y a la mina. La abrigué como pude, juntamos las cosas y nos tomamos el palo. El pelotudo con cara de masa cruda no apareció más y no lo íbamos a perseguir de noche. Cuando lo escuché gritar, me cayó la ficha: El papudo ese era el Eduardo. Por eso sabía mi nombre. Algo le habían hecho en la cara que casi que no lo reconozco. Tendría que haberlo cagado matando en su momento, pajero de mierda. Caminamos una bocha por el campo hasta encontrar un vehículo que ande. Ahora estamos retomando el camino para Avellaneda. Paramos unas horas en una estación que tenía generador y pudimos cargar el móvil. La chica tendrá unos 22 o 24 años. Está bien, no está tan lastimada. Pero no habla, le cortaron la lengua.

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